En el artículo anterior hacíamos una descripción que no parecía invitarnos a la esperanza en cuanto al futuro para nuestros niños. Si bien muchos de esos argumentos tienen su fuerza, es mas cierto que Dios llega hasta donde nos ha llevado nuestro pecado para traernos a su Gracia. Sin mayores pretensiones, hoy presentamos algunas ideas que pueden ayudar a que el mundo para nuestros niños sea diferente.
1. El amor tiene que traducirse en obras que busquen el verdadero bien del amado: el amor de Cristo por nosotros, se mostró en que se puso “en la línea de fuego” para rescatarnos. El amor no es una teoría ni una historia de fábula. Es algo concreto que se muestra en el tiempo que pasas con tu hijo, en la fomra como tiendes las cuerdas casi invisibles de la confianza para que él se sostenga en ellas cuando esté desorientado.
2. De las grandes certezas que tiene el ser humano, es cuando está verdaderamente enamorado. El que ama, encuentra en ese sentimiento una gran verdad; por esa razón, debemos ser firmes ante los niños, y en honor a ese amor, a la verdad de cuánto los queremos, tenemos que ser coherentes al momento de corregirlos, puesto que el mundo parece ofrecerles mentiras “deliciosas”, empacadas en moldes que semejan la verdad. Esto implica poner límites para el televisor, el computador, insistir en una comunicación real que predomine sobre la virtual.
3. El ejemplo es una manera de mostrar que una idea sí es posible. Entre mas coherentes seamos entre lo que decimos y lo que hacemos, nuestros niños confiarán mas en nosotros y nuestra voz llegará mas hondo en su corazón.
4. Conviene infundir en nuestros hijos la necesidad de buscar grandes metas en la vida. Es claro que un niño no alcanza a imaginar su vida de adulto; sin embargo, le ayudará mucho que sus padres lo “fuercen” a llegar mas alto, mas lejos y a ser mas fuerte. En eso, un deporte que se practique como rutina, suele ser un excelente aliado.
5. Dios no puede ser “un elemento mas” o “un referente” en la vida del ser humano. Tenemos que mostrarle a nuestros hijos que orar no es simplemente meditar, o que ir a Misa no es estar sentado o pararse de vez en cuando. Enseñarle al niño con gestos concretos qué es dar gracias a Dios, pedir perdón o pedir algo, es una manera de que el descubra que su Padre Celestial no es una persona distante que se acuerda de nosotros para regañarnos en la cuaresma o en la confesión.
En síntesis, el desafío que tenemos los adultos, es el de construir para nuestros hijos una familia, una buena familia, y eso es un adelanto de Cielo en esta tierra. Es muy posible que todo esto suene como algo irreal por no decir ingenuo.
En las próximas entregas miraremos qué tan ideal es esto.
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